La estrategia mediática del gobierno es sumamente divertida.
La primera fue comprar (a través de publicidad oficial) notas a su favor en los medios principales. De ese modo, Clarín era su principal aliado, lo cual pudo verse en el canje de aprobar la fusión entre Cablevisión y Multicanal a cambio de tapas a favor de Cristina previo a las elecciones presidenciales. Curiosamente, es el único monopolio real que tiene el grupo.
Luego Clarín decidió cambiar de postura. El gobierno pasó al plan B: comprar y lanzar sus propios medios. Esto no funcionó demasiado bien por esa cosa tan extraña y horrenda que es que la gente elige lo que quiere comprar y consumir y no les interesaba, a la gran mayoría, escuchar lo que los Kirchner tenían para decir.
Entonces se pasó al plan C: si la gente sólo quiere leer a ciertos medios que no quieren decir lo que yo quiero, los obligo. Ahí surge la muy democrática ley para obligar a que los medios que la gente sí elige comprar (¡¿cómo permitimos que elijan por sí mismos?!) estén obligados a decir lo que el gobierno quiere.
Claro que surgió el problema de que la ley es endeble y anticonstitucional. Por supuesto que a nadie le importa demasiado, pero a los medios afectados y a las cortes sí, entonces, como mínimo, se demora su implementación.
¡Pero hay elecciones! Por suerte tenemos el mundial para salvarnos. Entonces, se decidió repartir (con fondos públicos, pero no importa, ni que fueramos un país con problemas de pobreza o desnutrición) decodificadores digitales para transmitir el fútbol. Bueno, de paso va a haber algún que otro aviso a favor del gobierno.
¡Viva la democracia!
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